Tienes un cuerpo delicado, oscuro color y aroma inconfundible, allá dónde tu cuerpo se convulsiona con la ebullicíon, tus armas aromáticas se despliegan por doquier. Te haces sentir casi con todos los sentido de los que disponemos; eres inconfundible, eres tú un oscuro placer.
Testigo de incontables conversaciones, monólogos, penas, alegrías y sentimientos compartidos o no; allí estas tú en cualquiera de los continentes en los que se te derrama: una profunda taza, un rídiculo vaso de espresso o un vaso de tres al cuarto.
Embriagador cuando apareces, pocos resisten a decir tu nombre. Sí, no puedes esconderte. Todos ansiamos tu divina consecuencia, esa adrenalina in crescendo que haces revivir al más muerto y despiertas al aletargado.
Tu preparación es considerada un ritual que ha quedado reducido a cenizas y aplastado por la "era de las prisas"; ahora sólo nos basta con pulsar un botón para verte brotar. Parafraseando la canción: "Sin tí" <por las mañanas> "no soy nada". Te haces el durito cuando te dejan, te quedas en la mente y como un reloj programado, a esa hora, te haces notar percutiendo en la cabeza la necesidad de sentirte. Lo reconozco, dejarte una vez que estás dentro es imposible.
Te muestras tal y como eres, un color negro zahíno tostado o te visten con un halo de leche. Incluso, hay lugares donde te ponen nombres y apellidos según el traje que lleves ese día. Sin duda, tu siseo cuando emanas es música casi celestial.
De tí dicen que eres amargo, y lo eres; incluso me atrevería a decir que melancólico cuando humeas en una tarde lluviosa. Esta es una relación de tú a tú, por favor, no le cuentes a nadie mi oscuro placer.
Saludos, cuidaros y buena suerte.
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